LA FELICIDAD NO ES UN VALOR CULTURAL


Paseaba yo al atardecer por la orilla del agua, frente a esas puestas de sol marinas que la literatura y el arte han estropeado para siempre, porque todo el mundo ha conocido estos espectáculos naturales a través de un cuadro o de un poema, antes que en la Naturaleza, y así, el poniente nos remite siempre a un poniente literario. El mar y el atardecer son ya una cosa libresca y da una especie de vergüenza interior amarlos. La cultura, segunda naturaleza, pasa así a ser la primera. Se han escrito libros y poemas para evocarnos el mar, y ahora a la vista del mar, lo unico que evocamos es un libro. No podía vivir todo esto directamente. Entre el paisaje y yo estaba la cultura, estaban las mil referencias librescas al mar y la soledad. Volvía yo cada tarde al reino de las luces y los hoteles, a los encedidos comedores de la cena, frustrado de naturaleza, incapaz de vivir realmente una puesta de sol, secretamente reconciliado con mi civilización y con mi mundo, empecinado de mundanidad para siempre.

Duerme

Autorretrato

Manhattan